Recordaremos que las tres chicas hicieron un pacto de silencio por el cual se prometieron no volver a hablar nunca más del tema, pero las tres fueron hundiéndose sin poderlo evitar en un pozo de penumbra, depresión y misterio… Veamos que les pasó:
Día tras día los sueños, bueno, mejor dicho, las terribles pesadillas se sucedían en las atormentadas noches de esas pobres chicas. Bestias con rostro humano, enormes moscones negros y escenas que hubieran puesto los pelos de punta al mismísimo Dante, formaban ahora parte de la terrible realidad de su vida.
Una de esas mañanas, Ana Mari despertó empapada en sudor, y con una extraña sensación. Fue a levantarse de la cama, pero su cuerpo apenas le respondía, exhausto como estaba. Sus piernas parecían como de plomo y le dolía tremendamente todo el cuerpo. Haciendo un esfuerzo increíble, consiguió ponerse de pie y a duras penas llego al lavabo. Se miro en el espejo. Sus ojeras negras y su cara de dolor le hicieron pensar en el rostro de su madre cuando estaba enferma.
Se metió en la ducha y allí fue donde se dio cuenta de las señales. Enormes rojeces y moratones cruzaban su piel normalmente blanca. Arañazos tremendos por todo el cuerpo, y las huellas extrañas de una especie de dedos en sus muslos le hizo recordar lo que soñó esa noche.
Recordó a un hombre brutalmente grande, fuerte y alto, y con un rostro grotesco, mitad animal, mitad hombre, sacado de las mismas entrañas del infierno. Ese hombre la agarraba en sueños y la besaba, podía sentir tu aliento putrefacto aun en su nariz y su tacto caliente y húmero, en sus manos. También recordó las palabras de Miguel… “Os ha elegido como esclavas de alcoba”.
Ana Mari lanzó un grito de terror y cayó al suelo, su cabeza no podía soportar tanto miedo y se desmayó.
Al volver en sí fue en busca de sus amigas. No podía seguir callando por muchas promesas, no podía. Tenía que saber si a Carmen y a Marta también las visitaba ese demoníaco ser.
Fue a buscar primero a carmen y después las dos se encaminaron a casa de marta, apenas hablaban, su carácter había cambiado mucho desde esa tarde de domingo.
Llegaron a una zona del pueblo donde acostumbraban a ir por ser muy solitaria e íntima, allí podían hablar de sus problemas sin que los mayores molestaran. Ana Mari abrió la conversación.
-Ya sé que prometimos no decir nada, no volver a hablar del tema. Les dijo la chica.
Tanto carmen como Marta bajaron la cabeza, el espanto en sus caras era evidente y cada una de ellas, esperaba lo peor, la confirmación de algo que hubieran querido que no fuera real, hubieran hecho lo posible para que solo fuera una pesadilla.
Pero era real, tan real como todo lo que Ana Mari comenzó a narrar, Los arañazos, las marcas de manos y dedos en sus muslos, ese olor fétido… No les tocó otra que reconocer que las tres estaban viviendo la misma situación.
Han pasado los años y las tres chicas han crecido, las pesadillas siguen siendo parte de sus vidas, tal vez con menos asiduidad, pero ahí están. Ya no saben si lo que ven y sienten en sueños es real o no, ni siquiera lo saben cuando miran sus marcas al día siguiente. No saben si ellas mismas se provocan esas crisis, si su mente ha enloquecido y les juega de vez en cuando una mala pasada. Marta hace un tiempo fue al médico y la atiborró de pastillas, pero las señales en sus piernas no desaparecieron, y esas abominables visitas nocturnas tampoco.
Nunca sabremos que ocurrió realmente ese fatal domingo de verano, no sabremos quién era verdaderamente Miguel, a quien por cierto, las chicas no volvieron a ver más. Tampoco sabremos si lo que les ocurre a Ana Mari, carmen y Marta es una crisis psicótica o un caso de posesión demoníaca.
Lo único que podemos afirmar sin miedo a equivocarnos es que la vida de estas tres chicas quedó marcada para siempre después de esa sesión de ouija y que el hilo que separa la locura de la cordura es tan fino, que puede quebrarse y nunca más repararse.
Espero que el relato de estos hechos reales os sirva al menos para reflexionar sobre la inconveniencia de ciertas prácticas y que os mantengáis alejados de este mal llamado juego.