He visto que desde hace días muchos de vosotros habéis escrito haciendo alusión al juego de la oui-ja. Ya en su momento os expliqué algunas de las consecuencias que podía traer el jugar con semejante artilugio, pero veo que algunos de vosotros continuáis desafiando al destino y no queréis entender los riesgos que os puede traer este mal llamado juego. La oui-ja es potencialmente peligrosa. Esa es una afirmación completamente cierta. Además el peligro que trae esta práctica no es solo un peligro esotérico, espiritista o demoníaco, hay uno mucho más real que estos, sería el peligro de una neurosis o de una obsesión, el riesgo a terminar LOCO.
Hoy no os hablaré de posesiones ni de apariciones, eso ya lo hice en otra ocasión y seguramente, en los próximos días lo volveré a hacer. Hoy os contaré una historia de cómo una persona totalmente normal, cuerda y sensata, terminó ingresada de por vida en un psiquiátrico por culpa a la OUI–JA.
El Terrible caso de Ana Mari.
Era un invierno muy frío. Oscurecía muy temprano y en esa solitaria aldea de Galicia de la que no daré el nombre para preservar la intimidad de sus gentes, la vida era triste y aburrida. Ana Mari era una de las únicas tres adolescentes que vivían en unos kilómetros a la redonda y, como no podía ser de otro modo, eran amigas, muy buenas amigas. Compartían penas y alegrías y sus días se deslizaban sin demasiadas sorpresas.
Un día cualquiera de ese frío invierno llegó al pueblo una novedad que enseguida animó la vida de esas tres amigas. Miguel, un chico de unos 23 años, se había instalado en la aldea para ayudar a su tío, un constructor de la zona que estaba arreglando la iglesia casi en ruinas de la aldea. Era un chico guapo, guapísimo si tenemos en cuenta que era el único hombre menor de 60 años que andaba por la zona. Las tres amigas, con Ana Mari a la cabeza, se presentaron una tarde en la casa donde se alojaba el joven para invitarlo a pasear con ellas.
Miguel vivía en Madrid y su vida era muy distinta a la de las muchachas. Les contó los lugares donde iba: las discotecas, los pubs y los lugares donde se encontraban para hacer el botellón. Las chicas lo escuchaban con sorpresa y admiración ¡su pueblo era tan aburrido! De todo lo que Miguel les explicó hubo una cosa que llamó especialmente la atención de las chavalas. ¡Miguel estaba metido en una especie de agrupación espiritista que quedaban todos los domingos para invocar a los muertos a través de la oui-ja!